martes, 4 de enero de 2011

MARCO HISTÓRICO Y CULTURAL

El siglo XVII es una etapa de crisis tanto a nivel político como a nivel social. Se trata de una época de consolidación de la monarquía absoluta, en la que se produce una resurrección de algunos de los perjuicios sociales y religiosos que parecían debilitados en la época humanista.

Ésta crisis es producida por distintos motivos, entre los cuales destaca una importante decadencia iniciada con la muerte de Felipe II y la derrota de la Armada Invencible, y prolongándose con los distintos sucesores de la Casa de Austria, y visible en la mezcla entre los distintos problemas territoriales -destacando la hegemonía francesa y las rebeliones de Cataluña, Sicilia y Nápoles- y el empobrecimiento. Dicho empobrecimiento responde a una etapa de inflación y un descenso demográfico, coincidiendo con la expulsión de moriscos y sefardíes, la emigración hacia América y las distintas pestes que azotaron la Península y Europa en general. Paralelamente se produce una consolidación, tal y como se ha comentado anteriormente, de la monarquía absolutista, en la que el rey posee el poder ejecutivo, legislativo y judicial, y a su lado residiendo el valido, el consejero manipulador que busca su beneficio, y en la que se pone de manifiesto la arbitrariedad y la corrupción del sistema.

Barroco es sinónimo de contrastes, la simultaneidad de lujo y miseria extremos. En primer lugar, la riqueza se manifiesta en el lujo exacerbado, con un aumento de la nobleza, constituyendo la clase privilegiada, exenta de impuestos, y en la que se refleja el tópico del hidalgo, aquella persona que aspira al cuidado de sus rentas sin trabajar, y como única tarea de “importancia” que desempeña destaca la preservación del honor, la fama y la limpieza de sangre. En segundo lugar, la pobreza se demuestra en las distintas emigraciones, el auge de la mendicidad y la subida de impuestos, que únicamente responde a la conservación de los caprichos de los más ricos y que solamente recae en las clases más pobres: los trabajadores. Los perjuicios sociales y religiosos – que parecían debilitados en el Humanismo – y que tienen como chispa incendiaria el aumento de nobles. Por ejemplo, a la hora de obtener un cargo público, la persona en cuestión debía ser cristiano fervoroso, además de poseer un certificado de hidalguía. Así pues, las denuncias, las sospechas y las investigaciones eran frecuentes, por personas de gran envidia. 

La cultura de la época es brillante, recargada y variada, que responde a un único tema, el pesimismo derivado de la crisis social, en la que se produce un deterioro de la conciencia, tanto política como moral. La Reforma Protestante iniciada por Lutero provoca una reacción católica y conservadora (teniendo en cuenta que la reforma es renovadora) y el inicio de una Contrarreforma, que se consolida en el siglo XVII provocando el alejamiento del ideal humanista de tolerancia, religiosidad y equilibrio. Los contrastes entre ricos y pobres también influyen en el mundo cultural y provocan un cierto paradojismo. No hemos de olvidar que el único motivo por el cual se decide recargar todo lo que respecta al Barroco responde a un intento de esconder el pesimismo propio de la época, pero también al mismo tiempo retratar un realismo. Así pues, se tratan sátiricamente todos los aspectos sociales; la religiosidad se mezcla con un tono cínico, sensual y burlesco, y los temas metafísicos se mezclan con la intrascendecia. Además, el número de lectores aumenta, así como lo hace la censura, política y moral, y los libros “peligrosos” se incluyen en el Índice, un conjunto de textos prohibidos.

Si hubiéramos de definir el arte barroco, hablaríamos de lo difícil y artificioso que es, y como único objetivo tiene el de impresionar, mediante lo desmesurado y la ornamentación desbordante. Además la literatura barroca responde a preocupaciones y gustos, y como único tema destaca el desengaño.

El arte barroco se aleja del ideal renacentista, que aspiraba a la elegancia sencilla y natural, y se sustituye por una realidad estilizada e irreal, ya sea por que lo embellece o porque lo muestra más desagradable y bajo. Tal y como se ha comentado anteriormente, tiene como único objetivo impresionar, enmascarando la realidad, mediante artificios y adornos. De hecho, el arte se vuelve dinámico, extremado y contrastado. Aún así, se produce una evolución del arte renacentista recargado y reflejado en la arquitectura, con la estructura propia de los edificios y las columnas, y un perfeccionamiento de la escultura y la pintura, con una ampliación y reflejo del concepto de serenidad y movimiento. En definitiva, el arte es dinámico, extremado y contrastado.

La lengua también experimenta cambios, pasa de un modelo de elegancia natural propio del Renacimiento hasta otro difícil y sorprendente propio del Barroco. Cabe destacar que en la historia de la literatura se produce una alternancia entre etapa racional y pasional, y el Barroco pertenece al segundo tipo. De hecho, el Barroco convierte un sentimiento en un tema típico de admiración, y adquieren una fuerza especial el desengaño o la desilusión junto al desarrollo de la sátira y la intrascendencia.

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