martes, 4 de enero de 2011

MARCO HISTÓRICO Y CULTURAL

El siglo XVII es una etapa de crisis tanto a nivel político como a nivel social. Se trata de una época de consolidación de la monarquía absoluta, en la que se produce una resurrección de algunos de los perjuicios sociales y religiosos que parecían debilitados en la época humanista.

Ésta crisis es producida por distintos motivos, entre los cuales destaca una importante decadencia iniciada con la muerte de Felipe II y la derrota de la Armada Invencible, y prolongándose con los distintos sucesores de la Casa de Austria, y visible en la mezcla entre los distintos problemas territoriales -destacando la hegemonía francesa y las rebeliones de Cataluña, Sicilia y Nápoles- y el empobrecimiento. Dicho empobrecimiento responde a una etapa de inflación y un descenso demográfico, coincidiendo con la expulsión de moriscos y sefardíes, la emigración hacia América y las distintas pestes que azotaron la Península y Europa en general. Paralelamente se produce una consolidación, tal y como se ha comentado anteriormente, de la monarquía absolutista, en la que el rey posee el poder ejecutivo, legislativo y judicial, y a su lado residiendo el valido, el consejero manipulador que busca su beneficio, y en la que se pone de manifiesto la arbitrariedad y la corrupción del sistema.

Barroco es sinónimo de contrastes, la simultaneidad de lujo y miseria extremos. En primer lugar, la riqueza se manifiesta en el lujo exacerbado, con un aumento de la nobleza, constituyendo la clase privilegiada, exenta de impuestos, y en la que se refleja el tópico del hidalgo, aquella persona que aspira al cuidado de sus rentas sin trabajar, y como única tarea de “importancia” que desempeña destaca la preservación del honor, la fama y la limpieza de sangre. En segundo lugar, la pobreza se demuestra en las distintas emigraciones, el auge de la mendicidad y la subida de impuestos, que únicamente responde a la conservación de los caprichos de los más ricos y que solamente recae en las clases más pobres: los trabajadores. Los perjuicios sociales y religiosos – que parecían debilitados en el Humanismo – y que tienen como chispa incendiaria el aumento de nobles. Por ejemplo, a la hora de obtener un cargo público, la persona en cuestión debía ser cristiano fervoroso, además de poseer un certificado de hidalguía. Así pues, las denuncias, las sospechas y las investigaciones eran frecuentes, por personas de gran envidia. 

La cultura de la época es brillante, recargada y variada, que responde a un único tema, el pesimismo derivado de la crisis social, en la que se produce un deterioro de la conciencia, tanto política como moral. La Reforma Protestante iniciada por Lutero provoca una reacción católica y conservadora (teniendo en cuenta que la reforma es renovadora) y el inicio de una Contrarreforma, que se consolida en el siglo XVII provocando el alejamiento del ideal humanista de tolerancia, religiosidad y equilibrio. Los contrastes entre ricos y pobres también influyen en el mundo cultural y provocan un cierto paradojismo. No hemos de olvidar que el único motivo por el cual se decide recargar todo lo que respecta al Barroco responde a un intento de esconder el pesimismo propio de la época, pero también al mismo tiempo retratar un realismo. Así pues, se tratan sátiricamente todos los aspectos sociales; la religiosidad se mezcla con un tono cínico, sensual y burlesco, y los temas metafísicos se mezclan con la intrascendecia. Además, el número de lectores aumenta, así como lo hace la censura, política y moral, y los libros “peligrosos” se incluyen en el Índice, un conjunto de textos prohibidos.

Si hubiéramos de definir el arte barroco, hablaríamos de lo difícil y artificioso que es, y como único objetivo tiene el de impresionar, mediante lo desmesurado y la ornamentación desbordante. Además la literatura barroca responde a preocupaciones y gustos, y como único tema destaca el desengaño.

El arte barroco se aleja del ideal renacentista, que aspiraba a la elegancia sencilla y natural, y se sustituye por una realidad estilizada e irreal, ya sea por que lo embellece o porque lo muestra más desagradable y bajo. Tal y como se ha comentado anteriormente, tiene como único objetivo impresionar, enmascarando la realidad, mediante artificios y adornos. De hecho, el arte se vuelve dinámico, extremado y contrastado. Aún así, se produce una evolución del arte renacentista recargado y reflejado en la arquitectura, con la estructura propia de los edificios y las columnas, y un perfeccionamiento de la escultura y la pintura, con una ampliación y reflejo del concepto de serenidad y movimiento. En definitiva, el arte es dinámico, extremado y contrastado.

La lengua también experimenta cambios, pasa de un modelo de elegancia natural propio del Renacimiento hasta otro difícil y sorprendente propio del Barroco. Cabe destacar que en la historia de la literatura se produce una alternancia entre etapa racional y pasional, y el Barroco pertenece al segundo tipo. De hecho, el Barroco convierte un sentimiento en un tema típico de admiración, y adquieren una fuerza especial el desengaño o la desilusión junto al desarrollo de la sátira y la intrascendencia.

INTRODUCCIÓN A LA LITERATURA DEL BARROCO ESPAÑOL

El Barroco en España se desarrolla en una etapa de florecimiento de la literatura: el Siglo de Oro, el siglo XVII. La poesía lírica en la época adquiere una gran calidad y una gran variedad de temas, con grandes escritores, como Quevedo, Góngora y Lope de Vega. El Barroco, en general, se presenta como una reacción al racionalismo y a la cultura del Renacimiento, y reflejando el aspecto medieval de un mundo inabarcable a manos humanas. Aún así, existe una evolución de los rasgos renacentistas, con la acumulación de elementos que relejan el pesimismo social, y una preocupación por la Contrarreforma.

Tal y como se ha comentado anteriormente, la temática artística y literaria del Barroco está repleta de contrastes, por lo que hace a temas 
(graves junto intrascendentes), tonos (lo reflexivo junto a lo burlesco) y las formas o estilo (lo culto junto a lo popular). Además, por lo que hace a la métrica existe un perfeccionamiento del soneto y el romance utilizándose en variedad de temas, y la aparición de la décima y la silva (de origen italiano).

El estilo barroco español presenta dos tendencias: el conceptismo, basado en el ingenio, y el culteranismo, basado en la belleza formal. Los principales autores conceptistas fueron Quevedo y Gracián, y culteranistas, Góngora. Existen estudiosos que han decidido separar las tendencias conceptistas y culteranistas y tratarlas por separado, aunque también los hay que han decidido tratar a dichos autores como conceptistas y culteranistas a la vez, prevaleciendo una u otra corriente. Adicionalmente aparece un tipo de poesía más sencilla, representada por Lope de Vega.

Los conceptistas tratan sobre los conceptos barrocos con ingenio y perspicacia. Las ideas principales tratadas son el pesimismo, la inquietud, el dolor y el movimiento, mediante un estilo huidizo y un gusto por el contraste tan repetido anteriormente, tanto estético como ideológico. Por lo que hace a lo estético se utilizan distintos colores para las descripciones, el expresionismo, los relieves exagerados y la caricatura, y por lo que hace a lo ideológico destacan las antítesis Cuna-Sepultura, Amor-Dolor y Vida- Muerte. El tipo de lenguaje utilizado es expresivo, breve y abunda el lenguaje elíptico, y como figuras retóricas abundan la antítesis, el retruécano, la paranomasia, la sátira y el sarcasmo, y sobretodo, la metáfora. Cabe decir que el conceptismo es utilizado más en prosa que en poesía, y los principales autores que lo cultivan son Quevedo y Gracián.

Respecto al culteranismo, es de vital importancia la separación intencionada entre lenguaje popular y culto. El culteranismo básicamente da una exagerada importancia al valor estético mediante elementos visuales, formas naturales y evoluciones de la literatura clásica y renacentista. El tipo de lenguaje utilizado principalmente es una lengua basada en la sintaxis latina, con frases largas y con abundancia de hipérbaton. Además, entre los recursos y las figuras retóricas empleadas destacan las imágenes hiperbólicas (recordemos el tema de la exageración y la pasión), la metáfora, y es de gran importancia la perífrasis, con alusiones mitológicas. Esta tendencia es ampliamente usada en la poesía y no tanto en prosa. El autor principal de esta corriente es Góngora, y de hecho su concepción del Barroco es criticada por los autores de las distintas corrientes racionalistas, aunque también es admirado por el Romanticismo por ser el “príncipe de las tinieblas”. De hecho, el término despectivo de barroco tiene sus inicios aquí, con la filosofía de lo más recargado es lo mejor. Aún así el término barroco no tenía esta connotación en sus orígenes.

La influencia de la literatura castellana fue muy grande en otras literaturas europeas. En particular es de gran importancia es notable el peso que ejerció dicha literatura sobre los escritores portugueses como Rodrigues Lobo y Manuel de Melo; escritores franceses durante el corto periodo de transición que supone el Barroco hacia el Clasicismo, en concreto Du Bartes, Aubigné y Corneille, y escritores alemanes como Opitz y Gryphius.

GÓNGORA

Don Luis de Góngora y Argote, nació en Córdoba (España) el 11 de julio de 1561. Era hijo del abogado Don Francisco de Argote y de Doña Leonor de Góngora.

Era miembro de una familia culta. Ingresó en la Universidad de Salamanca para estudiar leyes. En 1603 se halló en la corte, que había sido trasladada a Valladolid para mejorar su situación económica.
En esa época escribió algunas de sus más ingeniosas letrillas, hizo una profunda amistad con Pedro Espinosa y enfrentó una terrible enemistad con su gran rival, Francisco de Quevedo, ya que Góngora y Quevedo entendian la literatura de diferente manera. Góngora tenia una manera de ver la poesía, en cambio Quevedo se oponia violentamente a esta nueva formade entender la peosía “clásica” de Garcilasco.
Instalado definitivamente en la corte a partir de 1617 fue nombrado capellán de Felipe III, en Madrid, no llegó a ser sacerdote hasta los cincuenta años, por culpa de su vida licenciosa (ser tan atrevido…).
Viajó por muchos sitios, por ejemplo: Madrid, Granada, Cuenca, Burgos…
Fue un poeta bivalente, es decir que por un lado hacía sus letrillas y romances populares de nítida expresión y por otro, sus obras cultistas. No le preocuparon temas como la religión o el amor. Lo que le inspiró fue la belleza.


Como sus poesías populares eran muy claras, a Góngora se le llamo “ángel de luz”.
En sus composiciones sentimentales describe con fina maestría las reacciones anímicas, es decir cómo piensa la gente, cómo reacciona…
Aunque Góngora no publicó sus obras (un intento suyo en 1623 no fructificó), sus obras pasaron de mano en mano en copias manuscritas que se coleccionaron y recopilaron en cancioneros, romanceros y antologías publicados con su permiso o sin. El manuscrito más autorizado, es el llamado Manuscrito Chacón, que contiene aclaraciones del propio Góngora y la cronología de cada poema. El mismo año de su muerte, sin embargo, Juan López Vicuña publicó ya unas Obras en verso del Homero español, en 1633. El carácter mismo de su poesía haría que esta división de opiniones continuara después de su muerte y llegara aún a nuestros días.
Góngora murió en su ciudad natal, el 23 de mayo de 1627, a causa de una apoplejía.

OBRA DE GÓNGORA

Góngora intentó publicar sus obras en 1623 y puesto que no pudo éstas pasaron de mano en mano en copias manuscritas que se coleccionaron y recopilaron en cancioneros, romanceros y antologías, publicados con su permiso o sin él. El manuscrito más autorizado es el Manuscrito Chacón contiene aclaraciones del propio Góngora y la cronología de cada poema. El mismo año de su muerte (1627) Juan López Vicuña publicó ya unas Obras en verso del Homero español que se considera también muy importante. Por otra parte, las obras de Góngora, como anteriormente las de Juan de Mena y Garcilaso de la Vega, fueron comentadas por personajes de la talla de Díaz de Rivas, Pellicer, Salcedo Coronel, Salazar Mardones, Pedro de Valencia y otros.
Aunque en sus obras iniciales ya encontramos el típico conceptismo del barroco, Góngora no quedó satisfecho y decidió intentar según sus propias palabras «hacer algo no para muchos» e intensificar aún más la retórica y la imitación de la poesía latina clásica y también estuvo muy atento a la sonoridad del verso.
Marcelino Menéndez Pelayo hizo una crítica y con ella descubrió que se distinguían dos épocas en la obra de Góngora: el “Príncipe de la Luz”, que correspondería a su primera etapa como poeta, donde compone sencillos romances y letrillas alabados unánimemente hasta época Neoclásica, y el “Príncipe de las Tinieblas”, en que a partir de 1610, en que compone la oda A la toma de Larache se vuelve autor de poemas oscuros.
Finalmente podemos clasificar las obras de Góngora en poemas, soledades y teatro.
*      Poemas

Se puede agrupar su poesía en dos bloques, poemas mayores y menores, correspondientes más o menos a dos etapas poéticas sucesivas. En su juventud Góngora compuso numerosos romances, de inspiración literaria, como el de Angélica y Medoro, de tema piratesco o de tono más personal y lírico, alguno de ellos de carácter autobiográfico en los que narra sus recuerdos infantiles y también numerosas letrillas líricas y satíricas y romances burlescos. La mayor parte de las letrillas están dirigidas, como es Quevedo, a la burla sobre las damas y a atacar el deseo de riquezas.
Junto a estos poemas, a lo largo de su vida Góngora no dejó de escribir perfectos sonetos sobre todo tipo de temas (amorosos, satíricos, morales, filosóficos, religiosos, de circunstancias, polémicos, laudatorios, funerarios).
Los poemas mayores fueron los que ocasionaron la revolución culterana y el tremendo escándalo subsiguiente, ocasionado por la gran oscuridad de los versos de esta estética. Son la Fábula de Polifemo y Galatea (1612) y las incompletas e incomprendidas Soledades (la primera compuesta antes de mayo de 1613). El primero narra mediante una estrofa octava real un episodio mitológico de las Metamorfosis de Ovidio, el de los amores del cíclope Polifemo por la ninfa Galatea, que le rechaza. Al final, Acis, el enamorado de Galatea, queda convertido en río. Se ensaya ahí ya el complejo y difícil estilo culterano.

*      Soledades

Iba a ser un poema en silvas, dividido en cuatro partes, correspondientes cada una alegóricamente a una edad de la vida humana y a una estación de año, y serían llamadas Soledades de los campos, Soledades de las riberas, Soledades de las selvas y Soledades del yermo. Pero Góngora sólo compuso la dedicatoria al Duque de Béjar y las dos primeras, dejó inconclusa la segunda, de la cual los últimos 43 versos fueron añadidos bastante tiempo después. La estrofa no era nueva, pero era la primera vez que se aplicaba a un poema tan extenso. Su forma era la que daba más libertad al poeta, de esa manera se acercaba cada vez más al verso libre.
El argumento de la Soledad primera es bastante poco convencional, aunque se inspira en un episodio de la Odisea, el de Nausícaa: un náufrago joven llega a una costa y es recogido por unos cabreros. Pero este argumento es sólo un pretexto para un auténtico frenesí descriptivo: el valor del poema es lírico más que narrativo, como señaló Dámaso Alonso, aunque estudios más recientes reivindican su relevancia narrativa. Góngora ofrece una naturaleza donde todo es maravilloso y donde el hombre puede ser feliz, sin embargo es rigurosamente materialista para hacer desaparecer todo lo feo y desagradable.
Las Soledades causaron un gran escándalo por su atrevimiento estético y su oscuridad hiperculta; las atacaron Francisco de Quevedo, Lope de Vega, el conde de Salinas y Juan de Jáuregui (quien compuso Antídoto contra las Soledades y un Ejemplar poético contra ellas), pero también contó con grandes defensores y seguidores, como Francisco Fernández de Córdoba, el conde de Villamediana, Gabriel Bocángel, Miguel Colodrero de Villalobos, etc.
Los poemas de Góngora merecieron los honores de ser comentados poco después de su muerte como clásicos contemporáneos, como lo habían sido tiempos atrás los de Juan de Mena y Garcilaso de la Vega en el siglo XVI.

*      Teatro

Luis de Góngora compuso también tres piezas teatrales, Las firmezas de Isabela (1613), la Comedia venatoria y El doctor Carlino, esta última inacabada y refundida posteriormente por Antonio de Solís.
Ediciones modernas:
Existen varias ediciones modernas de la obra de Luis de Góngora; la primera fue, sin duda, la del hispanista francés Raymond Foulché Delbosc, de Obras poéticas de Góngora (1921); después siguieron las de Juan Millé Giménez y su hermana Isabel, (1943) y las ediciones y estudios de Dámaso Alonso,  (edición crítica de las Soledades, 1927; La lengua poética de Góngora, 1935; Estudios y ensayos gongorinos; Góngora y el Polifemo, 1960, tres vols.), etc.
Algunas de sus obras:
Sonetos:
Canciones:
Romances:
Letrillas:
Décimas:

QUEVEDO

Su nombre completo es Francisco Gómez de Quevedo y Villegas, hijo de Pedro Gómez de Quevedo y Villegas y de María Santibáñez.
Quevedo nació el 17 de septiembre de 1580 en Madrid. Sus padres desempeñaban altos cargos de la corte, por lo que desde su infancia estuvo en contacto con el ambiente político y cortesano.
Francisco de Quevedo estudió en el colegio imperial de los jesuitas, situado en Madrid (jesuitas es un relativo a la compañía de Jesús, orden religiosa fundada por san Ignacio de Loyola en el siglo XVI. Estos fueron expulsados de España por Carlos III)
Después estudió en la prestigiosa universidad de Alcalá de Henares, donde conoce al duque de Osuna, seguidamente estudió en la universidad de Valladolid, en esta ciudad fue donde adquirió su fama de gran poeta y se hizo famosa su rivalidad con Góngora. En la universidad de Valladolid cursó estudios de teología en los años 1601-1606, por aquellos años Valladolid era la capital de España.
En esta época Quevedo ya destacaba por su cultura y por sus críticas contra Góngora.

En el año 1606, Quevedo, se dirige a Madrid para buscar éxito y fortuna a través del duque de Osuna, el cual se convierte en su protector. En 1613 se desplaza a Italia, llamado por el duque de Osuna que entonces era virrey de Nápoles. El duque de Osuna le encarga a Quevedo una serie de importantes y arriesgadas misiones diplomáticas, con el fin de defender el virreinato que empezaba a tambalearse.
Entre estas misiones, Quevedo intrigó contra Venecia y tomó parte en una conjuración. En 1620 el duque de Osuna cayó y Quevedo fue desterrado de La Torre, en 1621 presidió en Uclés y por último, destierro de nuevo en La Torre.
Esta etapa llena de desgracias marcó todavía más su carácter agriado y además entró en una crisis religiosa y espiritual, sin embargo, desarrolló una gran actividad literaria.

Con la llegada de Felipe IV cambia algo su suerte, Quevedo ya no es desterrado pero el pesimismo ya formaba parte de él.
Quevedo se casó con la viuda Esperanza de Mendoza en el año 1634, pero no le proporcionó ninguna felicidad y la abandonó, al poco tiempo Esperanza de Mendoza murió en 1641. Quevedo escribió algunas diatribas amargas. Un asunto oscuro que habla de una conspiración con Francia, esto hace que Quevedo sea detenido en 1639 y encarcelado en San marcos de León, donde las duras condiciones mermaron su salud. En 1643 sale de la cárcel, él es un hombre acabado y se retira de La Torre para después instalarse en Villanueva de los Infantes donde el 8 de septiembre de 1645 murió.

RIVALIDAD ENTRE QUEVEDO Y GÓNGORA

Son conocidas las diferencias de forma y estilo de las principales corrientes literarias del siglo de oro español. Cultistas y conceptistas llevaron hasta el insulto personal las diferencias de estilo. Góngora desarrolló el culto clasicista de línea “garcilasiana” llevándolo hacia tal extremo que las sutilezas latinistas tan apreciadas de Garcilaso y Fray Luis de León llegan a convertirse en latinajos de difícil lectura.
Esta poesía pronto será aplaudida por este sector de la intelectualidad que ve en Góngora el artificio clásico iniciado por Garcilaso llevado a extremos que buscan el desafío cultista.
Quevedo se opone violentamente a esta nueva forma de entender la poesía “clásica” de Garcilaso.
Quevedo y Góngora, están enfrentados por la forma de entender la literatura, Cultistas contra conceptistas. Estas etiquetas se colocaron por la crítica literaria del siglo XVIII. Quevedo y Góngora llevarán el enfrentamiento a lo personal, en un diálogo poético nunca visto hasta entonces.

El enfrentamiento de Quevedo y Góngora es , en realidad , más personal que literario.
Góngora es más laico, materialista y liberal, se deja llevar por la artificiosidad de los amores mitológicos de corte clásico, también el gusto por el goce físico, la exageración de una descripción. Mientras que con Quevedo  nos encontramos con la pasión cristiana, el terror a la muerte, a la justicia divina, y también de algo de lo que se le ha acusado, quizás injustamente, el desprecio de clase, elementos claves de la poesía quevedesca que no se aprecia en la artificiosidad de Góngora, también encontramos el gusto por el goce físico, la exageración de una descripción.

OBRA DE QUEVEDO

La obra de Quevedo es inmensa y contradictoria. Hombre amargado, severo, culto, cortesano, escribió las páginas burlescas y satíricas más brillantes y populares de la literatura española, pero también una obra lírica de gran intensidad y unos textos morales y políticos de gran profundidad intelectual. Esta fusión o doble visión del mundo es lo que le hace el gran representante del barroco español.

Sus primeras obras fueron satíricas y burlescas: 
-La vida del Buscón llamado don Pablos (1603) es una novela picaresca dentro de las características del género; pero su originalidad reside en la visión vitriólica que ofrece sobre su sociedad, en una actitud tan crítica que no puede entenderse como realista sino como una reflexión amarga sobre el mundo y como un desafío estilístico sobre las posibilidades del género y del idioma. 
-Los Sueños (1605-1622) son cinco piezas cortas conceptistas, producto de los desengaños que padeció en esos años, en las que viene a decir que no hay nobleza ni verdad en el mundo sino que todo es horror y fealdad.
Si la obra en prosa de Quevedo era variada y compleja, su poesía lo es aún más. Se conservan de él casi un millar de poemas, pero sabiendo que nunca se preocupó por editarlos y que los conservados proceden de personas próximas a él, es de suponer que escribió muchos más.
En el tema amoroso, Quevedo vio una posibilidad de explorar el amor como lo que da sentido a la vida y al mundo. Ejemplo de ello es el soneto Amor constante más allá de la muerte. Es uno de los sonetos más bellos de las letras españolas, en el cual la muerte no vence al amor que permanecerá en el amante.
El tema de la muerte y de la brevedad de la vida son una constante en su poesía metafísica en la que de nuevo aparece el estoicismo para aceptar la angustia que provoca el Tiempo que todo lo destruye, pues la vida y la muerte se confunden. En Quevedo subyacen dos extremos, el moralista estoico y preocupado por la decadencia nacional y el satírico burlón vitalista que incluso recurre a la procacidad, al lenguaje jergal y grotesco. Pero por encima de esta contradicción lo que hay es un excelso poeta, de gran profundidad emocional, virtuoso del idioma y en el que la poesía conceptista alcanza su cumbre.
Las obras de Quevedo se clasifican según su temática:
-         Obras políticas: (Política de Dios)
-         Obras ascéticas: (Providencia de Dios).
-         Crítica literaria: (La aguja de navegar cultos con la receta para hacer Soledades en un día).
-         Obras festivas: (Consejos para guardar la mosca y gastar la prosa).
-         Obras satírico-morales: (Sueños)
En esa época se perdieron muchas obras:
  • La segunda parte de la Vida de Marco Bruto, mencionada por Quevedo en sus últimas cartas, en 1644.
  • Historia de don Sebastián, rey de Portugal.
  • La polilla de las repúblicas.
  • Historia del año 1631.
  • Dichos y hechos del Duque de Osuna en Flandes, España, Nápoles y Sicilia.
Las principales obras de las que es autor Quevedo son su novela picaresca Vida del Buscón; Parnaso español, una serie de poesías de carácter serio o burlesco; La hora de todos y Fortuna con seso, obra en prosa satírico-moral; Sueños, satírico-burlescos también en prosa; La cuna y la sepultura, obra ascética; aparte de diversas obras políticas, como Política de Dios, gobierno de Cristo y tiranía de Satanás, entre otras.

Quevedo es un personaje literario y cinematográfico
Como prototipo del intelectual cortesano que exhibía su ingenio y con frecuencia le gustaba escandalizar o épater le bourgeois, Quevedo pasó a la literatura popular como personaje de chistes con frecuencia groseros, volviéndose personaje de leyendas urbanas. Igualmente fue el afortunado personaje de gran número de piezas teatrales y novelas. Francisco de Quevedo es también, junto a otros personajes históricos de la España de Felipe IV, un personaje secundario en la saga conocida como Las Aventuras del Capitán Alatriste (1996), de Arturo Pérez-Reverte, y en la película basada en ella, Alatriste (2006).